Entrevista a Aitor Zapirain Larreta, 24 años, graduado en magisterio, pero dedicado al sector primario con vacas lecheras a su cargo.
Vinculación con el sector primario
La vida en el campo es la que ha vivido, visto y aprendido desde pequeño. Al lado de su padre, siempre ha disfrutado de cualquier trabajo y, por lo tanto, le surgió esa ilusión. El trabajo diario, la calma que le dan los animales, la tranquilidad, la preocupación por el entorno, pero el beneficio que le haces al mismo tiempo, todo le atrae. Y, por último, el reconocimiento que dan los clientes de las máquinas de leche que tienen instaladas desde hace 12 años por la excelente leche, lo que le anima a seguir adelante.
Enseñanzas heredadas a lo largo del siglo: parcelación de pastos, ganadería regenerativa y alimentación sana
La verdad es que a la vista de este rápido cambio que lleva la sociedad, le parece que la cadena se rompe. Aitor cree que ha sido espectador de un gran cambio desde su nacimiento. Mirando hacia atrás, dice que la situación ha cambiado exponencialmente desde hace 30 años. La entrada en Europa, debido a la necesidad de ser competentes, obligó a los baserritarras a apretar, tecnificar y profesionalizar enormemente, obligándoles a intensificarse, a la diversificación del caserío, y a aumentar el control sobre las vacas, higiene, producción… En consecuencia, empujaron al caserío a pasar de ser un estilo de vida a ser una empresa.
Afortunadamente, la orografía del País Vasco hace que no sea posible una intensificación excesiva, y los que viven del caserío han mantenido el modelo de familia, ya que económicamente no es posible seguir adelante con el modelo de empresa. Se intenta aprovechar, en la medida de lo posible, los prados de la zona con una mezcla sana y equilibrada de hierbas y con los sistemas de pastoreo más adecuados, para conseguir el producto con el menor gasto posible, poniendo en valor también el tiempo y las condiciones de vida. En definitiva, cada caserío, tiene la capacidad de buscar un equilibrio en función de su estructura, condiciones, y posibilidades para seguir adelante.
Sector primario y cambio climático
Aitor cree que es evidente que cuanto más espacio le quite la ciudad al medio rural, mayor será el efecto sobre el cambio climático. En una situación límite, si toda la superficie terrestre fuera zona rural, no habría cambio climático inducido por el ser humano, y viceversa, si todo fuera urbano, desaparecería el mundo.
Opina que los que viven del sector primario, ya que viven para producir alimentos para la población, hacen lo que la población demanda, tanto en calidad como en cantidad. Dan vida a la tierra, ayudan a la rueda del ecosistema a seguir en marcha. Dice que son el primer eslabón de la cadena y, por tanto, el más importante. Sin el sector primario, no cree viable este sistema basado en el ser humano.
Desde un punto de vista técnico, el sector primario y, en su caso, los que trabajan con vacas en el País Vasco, al trabajar en función del suelo disponible, no generan una producción adicional, y utilizan los excrementos de sus animales (el fertilizante natural más equilibrado que existe) para fertilizar la tierra, evitando al máximo los abonos químicos y contribuyendo a la economía circular. Por lo tanto, no hay mejor medida contra el cambio climático.
Relevo generacional
Según Aitor, la situación no es buena y ve el futuro negro. Las personas que trabajan en el sector invierten muchas horas y, muchas veces, con pérdidas económicas. Ante esta situación, los hijos e hijas de los baserritarras actuales, a la vista de la situación de sus padres y madres, no encuentran grandes razones para quedarse, por lo que ya faltan jóvenes que continúen con esta actividad. Por citar un dato, hace 50 años en Gipuzkoa 4.000 baserritarras se dedicaban a la producción de leche, y en la actualidad el número de baserritarras que trabajan con vacas lecheras no alcanza los 160. Dada la situación, en 10-15 años se espera que la cantidad sea inferior a los 50. La situación es grave, el medio rural se va abandonando, económicamente no es rentable y socialmente se encuentran cada vez con más obstáculos. Por tanto, es perfectamente comprensible, la decisión de los jóvenes de no tomar el relevo, pero da miedo mirar hacia el futuro y ver que, a este ritmo, el trabajo y el esfuerzo de tantas generaciones se acabará con ellos.
Implicación social
Debemos ser conscientes de que, si queremos contribuir a la situación socio-económica local, no hay nada como consumir alimentos autóctonos. Esto ayudará también a los productores a producir los mejores productos posibles, a mantener el entorno en equilibrio, y a disminuir la dependencia de los agentes externos. Siendo ya actores positivos en la lucha contra el cambio climático, y más aún con estas últimas medidas, reducirían considerablemente la huella de carbono para obtener las materias primas necesarias para la alimentación animal y la elaboración de los productos.